El paciente.


Fui hasta la habitación, abrí la puerta levemente, y allí estaba el paciente: moribundo, agonizando en una espesa tarde de septiembre. Casi no entraba en el cuarto, las paredes eran demasiado pequeñas para él. Balbuceaba unas palabras pesimistas, de resignación. Le descorrí el vendaje y el fulgor de la herida en la carne  me cegó por unos instantes; pero no por la luz, sino por la putrefacción. Yo lo sentí muerto, o fatigado y casi muerto y no me equivoqué. Sentí desesperación, impotencia. Lo vi a él y me vi a mi mismo. “Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres”: Lo que sufre un hombre es como si los sufrieran todos los hombres. Salí casi tan herido como él, encontré a un hombre de blanco en el pasillo. Me acerqué:

-          - ¿Cómo está el paciente?
-          - Mal. Muy mal debo decirle con mucha pena.
-          - Sí, es realmente una pena verlo así. ¡Pobre hombre!, recuerdo la última vez que estuve con él… lo había   visto con mucha ilusión, con muchos proyectos, rebosante de vida… Me apena mucho encontrarlo así el día de hoy… Pero dígame una cosa: ¿Qué se puede hacer para ayudarlo?
-         -  Me temo que no mucho. Algunos doctos dicen que la única solución es el tiempo. Dejar que el tiempo haga su magia en él. Pero claro, usted bien sabe que sobre esto no hay plazos estipulados. Puede demorar un año o una vida… Yo he visto una vez a un hombre curarse de éste mal, pero me temo que sería una mentira si le dijera que tengo esperanzas… Apenas tengo fe, ganas… Pero usted bien sabe, éstas son cosas vacías, meros signos que deben ser llenados por el enfermo. Ni usted ni yo podemos hacer nada para curarlo.
-         - ¡Pero cómo me dice eso! ¡Es usted es quien debe curarlo! ¡No le voy a permitir que baje los brazos tan pronto! Debe haber alguna solución… en algún libro, en algún manual de su ciencia…
-          - Comprendo su indignación y su ira, pero me temo que no hay nada que yo pueda hacer. Sé que entre las páginas de “el verso azul” algunos han encontrado una cura… pero le repito; depende de cada cual y de lo profundo de la herida. Éste paciente en particular ya ha venido maltrecho, no es esta su primer herida pero sí puede llegar a convertirse en la última que reciba su cuerpo, su corazón… Sabrá disculparme usted ahora. Pero debo continuar con mis rondas. Permiso.
- -          Pero… ¿Hay otros padeciendo este mal?
-  -         Usted señor ni se imagina la cantidad de pacientes que adolecen el desamor.